José Alfredo Otero.
Ciudad de México.
Recuerdo a mi papá en el estadio Universitario, diciéndome una vez en un juego de los Navegantes del Magallanes ante los Tiburones de la Guaira, que viera la fuerza de José Francisco Malavé, y si mal no recuerdo, acto seguido el popular “Cheo”, la metió entre dos o a las gradas, pero la mayor demostración de poder que recuerdo de Malavé, sin duda fue la que dio entre los juegos cinco y seis de la final de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP) de la campaña 1995-1996 versus los Cardenales de la Lara.
Si bien en el escrito sexto juego “Cheo”, conectó dos cuadrangulares (aquí uno de ellos https://www.youtube.com/watch?v=8ABdnVF_4yI) , para que ese partido llegara, mucho tuvo que ver el jonrón, con las bases llenas que le dio Malavé, una noche antes a Kelvin Escobar, en el estadio José Bernardo Pérez, de la ciudad de Valencia, en el “Campo de Carabobo”:
https://www.youtube.com/watch?v=YfBfFtOG0Yc
https://www.youtube.com/watch?v=5fq3o1c8F-o
https://www.youtube.com/watch?v=gDPg-m_W_QM
https://www.youtube.com/watch?v=WRK3A8IOXVk
Batazo que sin saberlo en ese momento iniciaba la más grande remontada que recuerdo de los turcos en finales, que he visto, desde la temporada 1992-1993, cuadrangular y serie que me han hecho creer que por mayor que sea la situación adversa en que se encuentren los eléctricos, pueden regresar, para ser campeones, y que como el mismo Malavé, le dijo al fallecido periodista Luis Manuel Fernández, quien en parte me inspiró, para ser periodista deportivo, después de finalizar ese escrito quinto partido “ellos andan contando los pollitos antes de nacer” (https://www.youtube.com/watch?v=vpRMgOKW0UA), ambas cosas aplican perfectamente más allá de los terrenos de juegos de los campos de béisbol y se traslada al terreno más importante, para el del ser humano que es la vida.
Si bien “Cheo”, terminó su carrera de navegante, fue participe de dos campeonatos de los bucaneros (1995-1996 y 1996-1997), en especial en el primero, bastó ese escrito batazo, para convertirse en ídolo eterno de los filibusteros, travesía que completé 12 años, después, de la salida de Malavé de los marinos, esta vez a bordo de un taxi del Cubo Negro al Unicentro el Marqués, cuando el piloto de esa nave, me contó que previo a aquel inolvidable quinto partido, le dijo a una amiga, para emprender rumbo a Valencia, para asistir a ese juego porque podía ser el último de los piratas en esa zafra.
También porque quería comprase la gorra original de los Navegantes del Magallanes, en la boutique magallanera del coso ubicado en la avenida Arturo Michelena, en Valencia, lo cual hizo, incluso ante de entrar a las gradas del jardín izquierdo, con el juego ya comenzado, pero el Dios del béisbol recompensaría la tardanza en la llegada a tan importante cita que al arribar a la misma agarraría la pelota conectada por el bate de Malavé, que sin saberlo le cambiaría la historia a dicha serie, y también la ese aficionado turco, que sin duda jamás va a olvidar ese momento, así los eléctricos vuelvan a hacer lo mismo, como yo tampoco lo olvido.
Gracias José Francisco Malavé, por ese batazo, más de 20 años después, con razón dicen “más vale tarde, que nunca”, “no hay quinto malo” y “nunca es tarde, cuando la dicha es buena”.
Foto: Mlstatic