Lunes 23 de octubre de 2017.
Ciudad de México.
José Alfredo Otero.
ADN Magallanero.
Recuerdo que cuando anunciaron el cambio de Oscar Azócar, a los Navagantes del Magallanes, en el circuito de radio de los turcos, me sorprendí al escuchar la noticia, porque fue por un jugador que lleva al equipo desde que nació, Williams Magallanes.
También porque hasta la campaña 92-93, el zurdo, había sido icono del eterno rival y ahora estaría del lado eléctrico. Y si bien su travesía con el navegante fue corta, menos de dos temporadas, fueron suficientes para ganarse mi idolatría, en especial por el jonrón nada más y nada menos que ante su ex equipo en la séptimo acto, del séptimo juego de la final de la zafra, para terminar de coronar las siete carreras bucaneras que a la postre le darían el séptimo turco a los marinos, después de 15 años de sequía, con el siete bien marcado como dijo el profe Humberto Acosta y presente, con razón dicen que el séptimo es el de la suerte.
Pero sin duda lo que más recuerdo de Oscar, en un juego de la campaña 94-95, en el Universitario, ante los Tiburones, cuando sentado en el palco de prensa, llegó Azócar, después de salir del partido, que se fue a entradas y extras, se sentó a mi lado y pude conversar, compartir, verlo celebrar como una fanático más, una de las atrapadas características de Melvin Mora, en el jardín central, marca de fábrica y patente del yaracuyano, desde la temporada en que precisamente el siniestro arribó a los piratas y precisamente en un turno de Melvin, Oscar, me dijo, ya vas a ver como Mora va a tocar la bola, lo cual en efecto fue así y con cara de asombro e inocencia adolescente le pregunté ¿cómo adivinaste o sabías? a lo que me respondió, con una sonrisa.
Lo que pensé después a los años al recordar ese momento, es que Azócar al jugar, con los Navegantes, sabía la seña que le había dado el coach de tercera a Melvin, mientras tanto lo sigo recordando y me sigo riendo y de seguro Oscar hace lo mismo desde el cielo magallanero.
Foto: Pelota Binaria.