Carlos E. Weffe*.
Caracas.
En el uso común, el término «década perdida» denota un período, más o menos prolongado –literalmente, diez años o más- de retroceso en la economía de un país. Es célebre la expresión para referirse a los años ’80 de América Latina: grande fue la regresión entre el «viernes negro» y el «Caracazo» en Venezuela, y muchas las oportunidades perdidas. Y más las que, con el tiempo, se seguirían perdiendo.
Pero esa es otra historia.
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Hay también «décadas perdidas» en el deporte. En el baseball, la más emblemática –por lo legendario del equipo que la padeció- fue la sequía de títulos que sufrieron los históricos Yankees de New York, también en los años ’80 del siglo XX. Los hasta entonces todopoderosos «Mulos de Manhattan», los «Bombarderos del Bronx», que desde su primer campeonato mundial, en 1923, obtuvieron títulos en todas las décadas, y en algunas –como en la de los años ’30 y ’50- obtuvieron la mitad o más de los títulos en disputa, se fueron en cero durante tan negra etapa.
El Magallanes también perdería una década. Coincidencialmente, la de los años ’80 del siglo XX, tiempo en el que el equipo, según la gráfica expresión de Emil Bracho y Giner García, fue “de la cima a la sima”. No podía ser de otro modo: las grandes franquicias deportivas comparten triunfos, y también, en la misma medida, miserias.
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Sin embargo, no todo fue malo en los ’80 para el Magallanes. Durante la feroz tormenta, hubo destellos fugaces del antiguo resplandor navegante. Fulgurante, y especialmente breve, fue el brillo de un tímido lanzador, de origen trinitario, nacido en Ciudad Bolívar, que por azar del destino –y, en cierta medida, de la suerte- se convertiría, siendo ficha del Magallanes, en el primer pitcher venezolano en abrir en un juego de Serie Mundial: Lester Paul Straker.
La historia es bien conocida, por lo que poco puede aquí agregarse. Veterano de 10 temporadas en ligas menores de Cincinnati, Oakland y Minnesota, Straker vivió el sueño de llegar al Big Show como tercer abridor de la débil rotación de los Twins, liderada por el zurdo Frank Viola (ganador del Cy Young de ese año) y por Bert Blyleven, junto con –y a veces, por encima de– nombres fulgurantes como los de Joe Niekro, o el grande, pero en 1987 ya decadente, Steve Carlton. Incluso, a pesar de no contar con la recta que logró su firma para Cincinnati en 1977, Straker logró abanicar alguna vez a quien implantaría en ese mismo año el récord de home runs (49) para un rookie de la MLB: Mark McGwire.
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A pesar de un discreto récord de 8-10, con una efectividad de 4.37 en 154.1 innings lanzados, Straker ganó un lugar en el roster de los Twins para la postemporada, por encima de Carlton. Así, en su temporada de rookie, logró abrir el tercer y el sexto juego de la Serie Mundial. Y aunque se fue sin decisión en ambas salidas, ganó el anillo: los Twins se coronaron en siete juegos contra los Cardenales de San Luis del Mago Ozzie Smith.
Su estrella se apagaría tan fugazmente como se encendió. Con un récord de 2-5 y 3.92 de efectividad en 16 juegos en 1988, Straker perdería su puesto en la rotación de Minnesota, y con él su pasaporte al mejor baseball del mundo, su visa para un sueño. Quedó para Magallanes el orgullo de tener en sus filas al primer pitcher venezolano abridor en una Serie Mundial, preludio de lo que haría Freddy García en 2005. Además, dos buenas campañas: las 89-90 y 90-91, donde Straker ganó 6 y perdió 3 juegos en cada una para la divisa navegante.
Ese es el Straker que todo el mundo conoce. Pero no es ese el único que yo recuerdo.
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En aquel entonces, Lester era una persona muy tímida. Taciturno y siempre sonriente, Lester tenía –no había duda- un aire infantil, inocente, en su forma de ver el juego y la vida. Una anécdota, pequeña entre muchas otras, servirá –quizá- para ilustrar hasta qué punto el nativo de Angostura encarnaba la humildad y la paciencia en un beisbolista.
Olvidé la fecha y los detalles, pero nunca la pasiva resignación con la que Lester consintió la dura –y vista en retrospectiva, inaceptable– reprimenda que le dirigiera mi padre una fría noche caraqueña de diciembre de 1988. Una slider colgante, servida por Lester en cuenta de 3 y 2, sirvió la mesa para un triple barre-bases de un entonces bisoño Omar Vizquel, decisivo para la derrota navegante frente al eterno rival. Papá no captaba –y se lo hizo saber en tono fuerte- cómo Lester había sido tan dócil (la verdad, la palabra es otra) como para lanzarle una slider en 3 y 2 a “ese muerto (Vizquel), que no le da un palo a nadie, que no puede con tu recta…”.
Y es que, a pesar de un cierto parecido físico con su contemporáneo Dave Stewart, Lester no tenía the stare («la mirada»), característica con la que se conocería –y se temería- al dominante pitcher de Oakland.
A pesar de las fuertes palabras de ese día, la relación de Lester con mi padre –y por extensión, con mi familia- se caracterizó siempre por respetuosa cordialidad y sincero afecto. Por ello, varias veces honró Lester con su presencia la casa y la mesa familiar. Durante sus años en el Magallanes, incluso envuelto en la gloria del anillo de campeón mundial, Lester tuvo la gentileza de visitarnos, y regalarnos su agradable compañía disfrutando del asado negro de mi mamá, así como de las anécdotas de su experiencia en el campo de los sueños.
Lester se fue en 1992 a los Tigres de Aragua, divisa con la que obtuvo su mayor cantidad de victorias en una temporada de la LVBP (siete). Luego de una breve pasantía por las ligas mexicana e italiana, así como por la efímera Liga de Verano venezolana, Lester colgó los spikes en 1996.
Lamentablemente, no he vuelto a ver a Lester desde aquellos días, paradójicamente dorados para mí, de la «década perdida». Pero no olvido su amabilidad, su alegría y su buen trato para aquel niño que, con ojos incrédulos y con mucha, mucha suerte, tuvo la fortuna de hacer de sus ídolos deportivos sus amigos.
El Magallanes del primer pitcher venezolano en una Serie Mundial. Ese es el Magallanes de mi recuerdo.
Foto: Archivo CWH
* Magallanero, abogado, profesor. Email: cweffe@gmail.com. FB: Carlos E. Weffe. Twitter | IG: @CWeffe.